Monday, November 5, 2018

DEL PORQUÉ NO ABORTAR

DEL PORQUÉ NO ABORTAR

PARTE I*


Cuando analizas lo que en la en estos momentos se cuestiona sobre el tema del aborto, te das cuenta que las visiones que se tienen sobre el tema son cerradas, poco analíticas y construidas desde la subjetividad. Claramente la subjetividad es válida, pero también tiene su contraparte si así lo quieres. ¿Por qué no abortar? Porque no quieren que abortes, esa sería la respuesta más oportuna para que no lo hagas o del por qué no quieren que lo hagas. 

A lo largo de los años se puede analizar cómo el sistema patriarcal, de la mano del sistema político-económico han dictaminado lo que las personas que pueden abortar (mujeres) deben hacer con su cuerpo. El hecho no va solo de poder o no abortar, sino que, trasciende a las esferas más cotidianas en lo que las mujeres se ven envuelta -claramente- con un papel menos privilegiado que los hombres. Ejemplo: avergonzarse de lo que es natural como la menstruación, pero también no poder vestirse como se quiere. ¿De qué se trata -entonces- hablar de libertades individuales en un sistema patriarcal y capitalista? Las mujeres no tienen ni siquiera la mediana posibilidad de alcanzar los privilegios de los hombres, por el lado patriarcal, se biologizan hechos sociales como elegir ser madre para mantenernos en el hogar, se nos programa para ser madres. Mientras que, por el lado capitalista, se tienen menos oportunidades de tener un salario de acorde a las capacidades y no solo dividido por sexos, al tiempo que las mujeres trabajan más de 8 horas en las labores del hogar, labores que claramente no son pagadas y sostienen el 25% de la economía mundial.

“El capitalismo heteropatriarcal se ha desarrollado como si las personas y sus sociedades pudiesen vivir ajenas a la corporeidad y a la inserción en la naturaleza, pero esa ficción solo se puede sostener ocultando y subvalorando las aportaciones de la naturaleza y de las relaciones entre las personas.” (Herrero, 2016, 146)

En ese sentido, hemos visto que hasta ahora la voz/voto de las mujeres se ha visto reducido a lo inexistente e imposible, con la diferencia de que el cuerpo del hombre es un cuerpo viril, racional, lógico y legal, mientras que el cuerpo de la mujer, considerado como lo antagónico. Eso nos lleva a aclarar que el problema de la patriarcalidad no es nuevo, en la época clásica el cuerpo de la mujer no representaba un problema, porque las categorías de cuerpo, mujer y sexualidad eran consideradas un tema relevante. Así es pues como, unos siglos más adelante, durante la edad media se construye una idea de mujer desde dos figuras, en las cuales se relega toda su agencia al papel del hombre en la sociedad, mediada por la religión católica/cristiana: una figura de mujer que surge desde el cuerpo del hombre, es decir, desde la costilla de Adán. Y la otra de virgen, en la cual solo existe un destino para las mujeres la de ser madre y esposa.

“La iglesia expresa y sirve a una civilización patriarcal, en la que conviene que la mujer permanezca como anexo del hombre. Al convertirse en su dócil sirviente, se hará también santa bendecida. Así, en el corazón de la Edad Media se yergue la más acabada imagen de la mujer propicia a los hombres: el rostro de la Madre de Cristo se circunda de gloria.” (Beauvoir, 1999, 174)

En este contexto, sabemos que la rebeldía de una mujer por ser lo contrario o no seguir estos cánones podía costarles la vida o ser mal tachadas como “brujas” y dejarle todo el trabajo sucio a la santa inquisición. Esta dualidad nos puede decir que es en el cuerpo donde se ejerce el poder de quienes dominan la sociedad, quienes consideran lo que es bueno y malo, lo que es bonito y feo, lo que se puede hacer y lo que no. Más adelante, las corrientes que empiezan a surgir en la modernidad, como las psicoanalistas, se considera que los órganos genitales femeninos nunca estarán totalmente desarrollados, y que, por lo tanto, es un “micropene”, lo que se puede decir a partir de esta “concepción” es lo que se ha repetido durante las diferentes épocas: la biologización de prejuicios sociales y culturales para el control de ciertos cuerpo, en este caso, el cuerpo de las mujeres. Un ejemplo claro es cuando se considera que algunas sexualidades deben ser estigmatizadas y controladas, sino, salen de los bordes de la normalidad, como la mujer histérica. Valdría la pena, aquí preguntarse por qué los hombres no son considerados histéricos, aunque la respuesta sería muy fácil de contestar, pero es a partir de estos cuestionamientos tan básicos en los que podemos contextualizarnos como mujeres.

En ese sentido, la genitalidad femenina ha sido representada históricamente como una excusa para que sean inferiores o la sangre de la menstruación como un elemento pecaminoso, digno de ser escondido, y en todo su conjunto el cuerpo de las mujeres, el cual se hipersexualiza para ser comercializado, exhibido y aceptado por los hombres. De esta manera, en nuestra actual era el cuerpo de las mujeres y las mujeres siguen careciendo de agencia para decidir sobre lo que les pertenece, mientras las tasas de feminicidio (clara muestra de que la violencia/fuerza es una forma de ejercer control sobre el cuerpo de las mujeres, por medio del miedo) solo aumentan y dejan en claro que la lucha aún continúa, que el control de los cuerpos-otros, cuerpos- no normativos, cuerpos-raros, cuerpos-queer, etc., están lejos de tener cabida en la sociedad como una puesta a lo diferentes y diverso.




Beaouvoir, S. (1949). El Segundo Sexo.  Buenos Aires, Sudamericana, 1999. Prólogo de María Moreno.
Herrero, Y. (2016). Economía Feminista. Revista de Economía Crítica, (22), 144-161.

*Es la parte I porque olvidé todo lo que quería escribir, hay muchísimo por desarrollar y solo es la compilación de algunas ideas que tengo diariamente. Sigue habiendo mucha tela por cortar.

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