Sunday, November 9, 2014

Ya

Mis tardes son fuego con calma,
Mis noches son ardientes,
llenas de temor,
y presión en el pecho.

En todo mi cuerpo el recuerdo ingrato de su sentir,
y el sentir que en el olvido se disputa.

Ya no quiero,
ya no puedo,
ya no deseo,
ya no anhelo.

En mi tormentoso vivir la tranquilidad se halla,
no hay nada por encima de ella,
estoy yo y mi esencia en medio de la nada.

¡Ay, vida mía!

Así es que se pierden las palabras,
y los sueños.
En la medida en que el tiempo nos absorbe,
y nuestras lágrimas ya no son de felicidad.
Cuando en las hojas de un octubre novelesco las historias parten al lugar donde pertenecen,
a la memoria,
a lo inhóspito,
a las cadenas en el infinito donde se encuentra el fin.
El fin,
justo allí,
ya todo se ha deshecho,
marchado,
y vuelto transparente para los recuerdos de los seres impacientes como yo.