Sunday, November 9, 2014

¡Ay, vida mía!

Así es que se pierden las palabras,
y los sueños.
En la medida en que el tiempo nos absorbe,
y nuestras lágrimas ya no son de felicidad.
Cuando en las hojas de un octubre novelesco las historias parten al lugar donde pertenecen,
a la memoria,
a lo inhóspito,
a las cadenas en el infinito donde se encuentra el fin.
El fin,
justo allí,
ya todo se ha deshecho,
marchado,
y vuelto transparente para los recuerdos de los seres impacientes como yo.

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