diferentes en lo que la sociedad dice,
iguales en lo que mi ser quiere.
Dichosa en la mente de un mundo soñado
que en mi infinita niñez no pensé,
¡Triste! ¡Triste el aceptarlos! ¡Triste el aceptarme!
Mi mente envuelta en un vaivén,
de idas y regresos,
de risa y de lujuria,
pensamientos aniquilados por la extinción de conocimiento.
Resalta en este cuerpo,
resalta la gracia de fingir,
y no estar,
resalta el sentir a solas,
en cuarto donde mi malestar es la mejor compañía.
María Alexandra.
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