DEL PORQUÉ NO ABORTAR
PARTE I*
Cuando
analizas lo que en la en estos momentos se cuestiona sobre el tema del aborto,
te das cuenta que las visiones que se tienen sobre el tema son cerradas, poco
analíticas y construidas desde la subjetividad. Claramente la subjetividad es
válida, pero también tiene su contraparte si así lo quieres. ¿Por qué no
abortar? Porque no quieren que abortes, esa sería la respuesta más oportuna
para que no lo hagas o del por qué no quieren que lo hagas.
A lo
largo de los años se puede analizar cómo el sistema patriarcal, de la mano del
sistema político-económico han dictaminado lo que las personas que pueden
abortar (mujeres) deben hacer con su cuerpo. El hecho no va solo de poder o no
abortar, sino que, trasciende a las esferas más cotidianas en lo que las
mujeres se ven envuelta -claramente- con un papel menos privilegiado que los
hombres. Ejemplo: avergonzarse de lo que es natural como la menstruación, pero
también no poder vestirse como se quiere. ¿De qué se trata -entonces- hablar de
libertades individuales en un sistema patriarcal y capitalista? Las mujeres no
tienen ni siquiera la mediana posibilidad de alcanzar los privilegios de los
hombres, por el lado patriarcal, se biologizan hechos sociales como elegir ser
madre para mantenernos en el hogar, se nos programa para ser madres. Mientras
que, por el lado capitalista, se tienen menos oportunidades de tener un salario
de acorde a las capacidades y no solo dividido por sexos, al tiempo que las
mujeres trabajan más de 8 horas en las labores del hogar, labores que
claramente no son pagadas y sostienen el 25% de la economía mundial.
“El capitalismo
heteropatriarcal se ha desarrollado como si las personas y sus sociedades
pudiesen vivir ajenas a la corporeidad y a la inserción en la naturaleza, pero
esa ficción solo se puede sostener ocultando y subvalorando las aportaciones de
la naturaleza y de las relaciones entre las personas.” (Herrero, 2016, 146)
En ese
sentido, hemos visto que hasta ahora la voz/voto de las mujeres se ha visto reducido
a lo inexistente e imposible, con la diferencia de que el cuerpo del hombre es
un cuerpo viril, racional, lógico y legal, mientras que el cuerpo de la mujer,
considerado como lo antagónico. Eso nos lleva a aclarar que el problema de la
patriarcalidad no es nuevo, en la época clásica el cuerpo de la mujer no
representaba un problema, porque las categorías de cuerpo, mujer y sexualidad
eran consideradas un tema relevante. Así es pues como, unos siglos más
adelante, durante la edad media se construye una idea de mujer desde dos
figuras, en las cuales se relega toda su agencia al papel del hombre en la
sociedad, mediada por la religión católica/cristiana: una figura de mujer que
surge desde el cuerpo del hombre, es decir, desde la costilla de Adán. Y la otra
de virgen, en la cual solo existe un destino para las mujeres la de ser madre y
esposa.
“La iglesia expresa y sirve a una
civilización patriarcal, en la que conviene que la mujer permanezca como anexo
del hombre. Al convertirse en su dócil sirviente, se hará también santa
bendecida. Así, en el corazón de la Edad Media se yergue la más acabada imagen
de la mujer propicia a los hombres: el rostro de la Madre de Cristo se circunda
de gloria.” (Beauvoir, 1999, 174)
En este
contexto, sabemos que la rebeldía de una mujer por ser lo contrario o no seguir
estos cánones podía costarles la vida o ser mal tachadas como “brujas” y dejarle
todo el trabajo sucio a la santa inquisición. Esta dualidad nos puede decir que
es en el cuerpo donde se ejerce el poder de quienes dominan la sociedad,
quienes consideran lo que es bueno y malo, lo que es bonito y feo, lo que se
puede hacer y lo que no. Más adelante, las corrientes que empiezan a surgir en
la modernidad, como las psicoanalistas, se considera que los órganos genitales
femeninos nunca estarán totalmente desarrollados, y que, por lo tanto, es un
“micropene”, lo que se puede decir a partir de esta “concepción” es lo que se
ha repetido durante las diferentes épocas: la biologización de prejuicios
sociales y culturales para el control de ciertos cuerpo, en este caso, el
cuerpo de las mujeres. Un ejemplo claro es cuando se considera que algunas
sexualidades deben ser estigmatizadas y controladas, sino, salen de los bordes
de la normalidad, como la mujer histérica. Valdría la pena, aquí preguntarse
por qué los hombres no son considerados histéricos, aunque la respuesta sería
muy fácil de contestar, pero es a partir de estos cuestionamientos tan básicos
en los que podemos contextualizarnos como mujeres.
En ese
sentido, la genitalidad femenina ha sido representada históricamente como una
excusa para que sean inferiores o la sangre de la menstruación como un elemento
pecaminoso, digno de ser escondido, y en todo su conjunto el cuerpo de las
mujeres, el cual se hipersexualiza para ser comercializado, exhibido y aceptado
por los hombres. De esta manera, en nuestra actual era el cuerpo de las mujeres
y las mujeres siguen careciendo de agencia para decidir sobre lo que les
pertenece, mientras las tasas de feminicidio (clara muestra de que la
violencia/fuerza es una forma de ejercer control sobre el cuerpo de las
mujeres, por medio del miedo) solo aumentan y dejan en claro que la lucha aún
continúa, que el control de los cuerpos-otros, cuerpos- no normativos,
cuerpos-raros, cuerpos-queer, etc., están lejos de tener cabida en la sociedad
como una puesta a lo diferentes y diverso.
Beaouvoir, S. (1949). El
Segundo Sexo. Buenos Aires, Sudamericana, 1999. Prólogo de María Moreno.
Herrero, Y. (2016). Economía Feminista. Revista de Economía Crítica, (22), 144-161.
*Es la parte I porque olvidé todo lo que quería escribir, hay muchísimo por desarrollar y solo es la compilación de algunas ideas que tengo diariamente. Sigue habiendo mucha tela por cortar.